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Oaxaca, ciudad para vivirla y contarla

por / lunes, 03 noviembre 2014 / Publicado enÚLTIMAS

todooaxacaradio.com

3/noviembre/2014

Rubén Vasconcelos Beltrán
Cronista de la Ciudad y Miembro del Seminario de Cultura Mexicana

Un adiós a Doña Arcelia

Hace muchos años en 1955, estudiaba la Preparatoria General en la naciente Universidad Benito Juárez de Oaxaca, cuando el Consejo Universitario determinó que los alumnos que llevábamos alguna materia de carácter artístico deberíamos cursarla en la Escuela de Bellas Artes que por acuerdo del Gobernador del Estado, Gral. Cabrera Carrasquedo había pasado a formar parte del patrimonio universitario y el objetivo era ampliar su radio de acción y fortalecerla. Por esa razón mis compañeros y yo nos inscribimos en alguna de sus secciones yo lo hice en la de dibujo y pintura y otros en arte de la declamación o teatro, en donde doña Arcelia Yañíz era la coordinadora, conductora, maestra y entusiasta promotora cultural, en ese tiempo.

Su hermano el maestro Guillermo Rosas Solaegui era el director, quien fue un hombre muy cercano al gobernador en turno, Lic. Eduardo Vasconcelos, y con otros distinguidos artistas iniciaron un esfuerzo muy loable en beneficio de la educación artística en Oaxaca, por lo que pronto tuvo una singular presencia en nuestro medio. Se escucharon voces en la radio, principalmente en la XEAX de don Alberto Márquez, en el Paraninfo, en el teatro Macedonio Alcalá; se contaba con una revista que llevaba el título de la escuela dirigida por doña Arcelia en la que se plasmaba el sentir de la comunidad artística además de abordar otros temas de interés social; ésta revista es ahora una joya bibliográfica.

Doña Arcelia no sólo formó a estupendos declamadores sino abrazó el teatro con una gran pasión, tenía alumnos excelentes, los cuales presentaron obras que fueron premiadas a nivel nacional, contando con el apoyo de un joven y talentoso hombre de teatro, quien fungió como director y me refiero a Rodolfo Álvarez, quien desafortunadamente falleció muy joven pero dejó un gran recuerdo entre nosotros.

Según doña Arcelia Yañiz, y así lo plasma en su obra La Historia del Teatro en Oaxaca, Rodolfo Álvarez, fue su gran aliado; poseía un don especial para seleccionar a los actores tan es así que triunfaron en un concurso nacional con La Casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca. Después vino a Oaxaca otro grande del teatro nacional, el maestro Héctor Azar, quien se enamoró de esta tierra quedándose varios años.

Durante la gestión del Lic. Alfonso Pérez Gazga, el Ing. Norberto Aguirre Palancares, promovió la creación del Comité Organizador de los Lunes del Cerro, con el fin de dar mayor relevancia a esta fiesta, en él participó doña Arcelia, al lado de otros distinguidos oaxaqueños.

Doña Arcelia, continuó por muchos años en la tarea de apoyar todas las manifestaciones folklóricas en nuestra ciudad y en nuestro estado y cuando se construye el auditorio en el Cerro del Fortín, fue partícipe en su nominación el cual fue inaugurado a fines del mes de octubre de 1974 por el Lic. Fernando Gómez Sandoval, gobernador del estado, marcando el inicio de una nueva época.
Como se deduce de lo que les platico doña Arcelia empezó a escribir su historia desde muy joven siendo invitada siempre a eventos culturales de distinta naturaleza, por su sabiduría, su entusiasmo, su incansable deseo de aprender, de promover, de hacer cosas, actuando siempre no sólo como maestra, sino como amiga; conductora de mentes inquietas, fue fuente de consulta, de consejo, de cercanía en problemas que se encuadraban en el ámbito de lo personal por eso se le guardó mucho respeto y consideración.

Trabajó siempre en medio de grandes penurias pero en todas las ocasiones hubo alguien que la apoyara en el logro de sus objetivos que eran su sueño; nunca hubo obstáculo que no pudiese salvar eso le permitió lograr el éxito en repetidas ocasiones y constituirse en el gran ejemplo a seguir; otra de sus pasiones fue el periodismo. La conocí en el periódico Oaxaca Gráfico, propiedad de don Luis Sarmiento, con don Eduardo Pimentel y don Everardo Ramírez Bohórquez, hasta ahí, llegábamos los estudiantes a consultarla y a solicitarle ayuda.

El periodismo le dio la oportunidad de conocer a los más renombrados personajes de la vida social, política y financiera de esos años, no sólo locales sino del ámbito nacional e internacional; defendió con la pluma las causas populares, la desigualdad y la injusticia; la verdad fue su baluarte, y lo hizo con valentía pero con respeto; y eso lo podemos comprobar en sus libros: Oaxaca de mis amores y en Los pilares del tiempo que he vivido, la otra cara de su personalidad, el amor a la vida, la admiración por todo lo que la rodeaba, expresión genuina de su gran sensibilidad humana, del conocimiento y experiencias que la vida le permitió, y en la Historia del teatro en Oaxaca, lo que fue otro de sus instrumentos para llevar alegría, emoción, entusiasmo, amor, a su corazón y al de la gente.

El hombre como la mujer, en ese diario transitar por el camino de la vida enfrenta todo género de situaciones, algunas felices otras no, tiempos de bonanza y tiempos de penurias, que marcan el ánimo, pero si éste se mantiene a pesar de los avatares, no se puede más que dar gracias a Dios que nos ha permitido esa gracia y ella, doña Arcelia, enfrentó problemas severos pero nunca dio un paso atrás, sino por el contrario los enfrentó constituyéndose en ejemplo; trabajando siempre, con esa inteligencia, con ese realismo y agudeza mental que le era característica.

Cuando fue Directora de la Biblioteca Pública Central, a todos les abrió las puertas para que se reunieran a platicar, a discutir, a externar su punto de vista, para todos hubo tiempo y espacio, convirtiéndose al poco tiempo en la Coordinadora General del Sistema Estatal de Bibliotecas, en donde estuvo por mucho tiempo y ahí, en medio de diplomas, condecoraciones, fotografías, pinturas, dibujos, siempre nos recibió con sonrisa, siempre nos escuchó independientemente del tema que le tratáramos, con esa lucidez mental, admirable, y envidiable.

El 26 de octubre se despidió de nosotros y nosotros de ella, pero los que tuvimos la oportunidad de disfrutar de su amistad la sentimos presente, porque todo lo que le aprendimos lo llevamos dentro, y es ahí donde está la grandeza de una mujer como ella, haber escrito su futuro en el presente. Gracias doña Arcelia, por compartir con nosotros lo que la vida le dio. Gracias a sus hijos: Donají, Itandehui, Eréndira y Xicotencatl, por haberla cuidado hasta el último instante de su existencia y por haberle devuelto el amor que siempre sembró en el corazón de cada uno de ellos y en el de cada uno de los que la recordamos y admiramos.

*Foto: matryosha – Algunos derechos reservados

 

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