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Oaxaca, ciudad para vivirla y contarla

por / lunes, 27 octubre 2014 / Publicado enÚLTIMAS

todooaxacaradio.com

26/octubre/2014

Rubén Vasconcelos Beltrán
Cronista de la Ciudad y Miembro del Seminario de Cultura Mexicana

DÍA DE MUERTOS EN OAXACA

EPOCA ANTIGUA

No sabemos cuál fue la reacción del hombre al presentársele el fenómeno de la muerte. Ha de haber sido algo verdaderamente inexplicable para él, lo que sí es cierto es que al volverse sedentario ideó la forma de protegerse de las inclemencias del tiempo, aprendió a guardar lo que recolectaba, empezó a practicar formas de cultivo, a elaborar utensilios domésticos varios para preparar y comer sus alimentos pero también a enterrar a sus muertos.

La muerte era algo desconocido para él, no sabía cuál era su razón de ser, y se preguntaba ¿qué pasaba con aquel que fallecía?, el fenómeno lo atribuía a seres desconocidos, seres que habitaban en la oscuridad y las tinieblas, seres maléficos que representó en distintas formas relacionándolos con las aves nocturnas como el búho o el murciélago y creó sus dioses los cuales regían su vida como el dios de la Vida y la Muerte, el dios Viejo y Mictlantecuhtli, dios de la muerte.

Con el paso del tiempo y la evolución de la organización social, familiar y comunitaria, aparecieron las jerarquías y hubo reyes, nobles, soldados, artesanos y agricultores, los que al morir eran enterrados de acuerdo a su condición social. Para el pueblo en general se hacían fosas sencillas, las que se escarbaban en el interior de la casa o en algún lugar cercano fuera de ella, pero entre mayor era la posición social o política los enterramientos se llevaban a cabo en lugares privilegiados.

Los reyes en el patio de su palacio en tumbas suntuosas, en Monte Albán por ejemplo, se han descubierto algunas que cuentan con determinada estructura arquitectónica, escalera, puertas decoradas, cámara y antecámara, en las que fueron depositados uno, dos o varios cuerpos, el principal y el de aquellos a quienes se les enterraba para que lo acompañaran en el camino al más allá que consideraban era largo y peligroso teniendo que cruzar caudalosos ríos, bosques, y subir altas montañas, encontrarse con seres desconocidos con los que tenían que luchar hasta vencerlos.

Por eso se les hacía acompañar de lanzas, arcos y flechas, y más si habían sido guerreros, vasijas en las que se les colocaban, agua o alimentos, y las paredes se decoraban de acuerdo a su alcurnia, hay ejemplos muy hermosos como el de la tumba de Huijazoo o la número siete de Monte Albán, en la que don Alfonso Caso, María Lombardo, Juan Valenzuela, y su equipo técnico encontraron más de doscientas piezas bellamente elaboradas con oro como brazaletes, collares, pectorales, anillos, pulseras, y otros materiales como la turquesa, cristal de piedra, obsidiana, etc., que seguramente pertenecieron al alto dignatario depositado en este lugar.

Monte Albán fue un centro ceremonial y de concentración de poder y los cuerpos de los grandes dignatarios o sacerdotes eran depositados en el Mictlán (lugar de los muertos) y los de la nobleza en el panteón de San Juan Teitipac y los demás en distintos sitios. En Monte Albán se han hecho muchas investigaciones al respecto localizado un sinfín de tumbas las cuales han sido exploradas; los restos humanos han servido para fines de la investigación antropológica y los objetos también. En algunas tumbas se han encontrado las llamadas urnas funerarias mismas que eran colocadas en la parte superior de la puerta de entrada representando al Dios venerado por la familia, algunas de ellas son verdaderas obras arte.

EPOCA MODERNA

Los calendarios prehispánicos señalan el 1° y 2 de lo que ahora conocemos como mes de noviembre, como los días para recordar y venerar a los muertos, pues creían que en ese tiempo tenían la gracia de visitar a los vivos y para recibirlos como se lo merecían se colocaba una mesa en el centro del cuarto principal de la casa y sobre ella lo que más le gustaba en vida al difunto, agua para saciar su sed pues el camino había sido largo, frutas, pan y alguna bebida, colocándose por la noche en cuclillas alrededor de la mesa pero sin levantar la vista porque eso enojaba al visitante; cantaban y rezaban entre el humo del copal que colocaban en un pequeño anafre, al tercer día cuando ya se habían ido, recogían todo y lo tiraban lejos porque según ellos los difuntos sustraían la esencia de los alimentos y lo que dejaban era el desperdicio.

La iglesia católica desde la antigüedad celebrara a los Santos Difuntos el día primero de noviembre y el dos a los fieles difuntos y al llegar a estos territorios los frailes e iniciar la evangelización de los nativos corroboraron esta coincidencia. Con el paso del tiempo y el permiso de la iglesia se dedica el día primero a los niños fallecidos es decir a los “angelitos” y el día dos a los adultos. Las ofrendas o altares de muertos se hacen en las casas y son más o menos grandes según la condición financiera de la familia, pero lo importante es que en su elaboración participa la familia, unos en la compra o recolección de la fruta, otros el pan, el chocolate, el agua o el mezcalito, las cañas o las flores, y todos se dan a la tarea comunitaria de elaborar el altar y esto es grandioso porque permite la unidad solidaria de la familia. También se hacen figuritas con cartoncillo de color negro a las que se les llamaba “padrecitos”, cabeza de garbanzo y bonete aprovechando la flor del eucalipto; los alfareros hacen las calaveras y las muertes, y se juega a las “serpientes y escaleras” y a la oca apostando con cacahuates o nueces en medio de una sana algarabía.

Anteriormente no se pensaba mucho en el significado de cada una de las cosas que se ponen en el altar, pero a medida que ha pasado el tiempo no se sabe quiénes le han dado significado simbólico, por ejemplo, dicen que el amarillo de la flor de cempazúchitl es la luz y tiran sus pétalos desde el panteón hasta la casa cuando esto es posible, para alumbrar el camino del alma que viene del más allá; que las cañas con las que se enmarca el altar significan el ciclo de vida, el nacer, crecer, llegar a la cúspide y ahí se cuelga un racimo de frutas para luego iniciar el descenso y la desaparición. Que el altar debe llevar los elementos tierra, agua y aire, los tierra son los productos de esta, el agua la que se pone en un depósito para saciar la sed del visitante, y el aire o éter el retrato del personaje a quien se dedica el altar o la ofrenda, y por supuesto los alimentos o la bebida que más le gustaba y un pequeño anafre en donde se quema el copal y se dice que el humo une a los seres terrenales con los que están en el más allá.

La gente acostumbra prepararse desde días antes, ir al mercado a comprar lo necesario, criar a sus guajolotes o gallinas o al puerquito, preparar el chocolate, el pan de yema, cultivar las flores de cempazúchitl o la borla, el mantel, la mesa, etc. El día de muertos era clásico ver a las mujeres desde muy temprano salir de su casa con su rebozo y canasto en el brazo cubierto con una pequeña servilleta para llevar los “muertos” a sus familiares o amigos y recibir de ellos los suyos. En la canasta llevan las tablillas de chocolate, pan de muerto, pedazos de cañas, manzanas de tejocote, un poco de mole, y alguna otra cosita.

Es tradición ir al panteón, adornar la tumba de los deudos con flores de colores llamativos, velas y veladoras, permanecer ahí durante el día y la noche, comer, beber un mezcalito, rezar, cantar las canciones que le gustaban al difunto. Los sacerdotes recorren una a una las tumbas y dan su bendición y esparcen agua bendita. Los alimentos se comparten y generalmente las pláticas versan sobre pasajes de la vida del fallecido.

En la ciudad la costumbre de instalar los altares en casa ha ido despareciendo por lo que el gobierno municipal convoca al “Concurso de Altares y Tapetes de Levantada de Cruz”, esto en el Panteón General o de San Miguel, donde se hacen altares majestuosos y tapetes por los artistas y también los famosos tapetes monumentales, que primeramente se hicieron en la Alameda de León y ahora en la Plaza de la Danza. En el panteón se prenden veladoras en cada una de las criptas de los muros perimetrales y hay conciertos musicales con la Sinfónica de Oaxaca y en la calle frente al panteón la vendimia de antojitos oaxaqueños, molotes, quesadillas, empanadas, tlayudas, nieves y aguas frescas.

¡Oh la muerte! Respetable señora.
¿Qué es la muerte?
Nadie lo ha descifrado: ¿Será el silencio? ¿La oscuridad? ¿La soledad? o un largo e interminable camino de paz.
¿Será el olvido?, o un renovado camino hacia la luz.

*Foto: Rubén Vasconcelos Beltrán

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